Hemos tenido la gran suerte de ser invitados a una boda bereber, en el desierto, al estilo tradicional. Para mantener la privacidad de las personas que aparecen en las fotos omitiré los nombres y el lugar donde se celebró. Pocas bodas se celebran ya siguiendo este ritual. Además, se da la curiosidad que en esta se casaron dos hermanos al mismo tiempo. En total, se puede decir, que la boda dura cuatro días. Hay bailes y canciones, rituales ancestrales, comida, té y mucha armonía.
El primer día se pintan con gena los pies y las manos de los contrayentes, con los detalles típicos de los bereberes. Se maquilla a la novia con colores y dibujos y al novio le pintan los ojos con col.
Permanecen separados en dos haimas distantes, sin poderse ver hasta el segundo día, cuando estarán juntos durante algunas horas, pero nunca solos. Después volverán a su tienda bajo la protección de las mujeres, en el caso de la novia, y de los amigos y primos en el caso del novio. La peor parte se la llevan las novias, que tienen que estar sentadas, aguantando el calor, el traje, sin apenas moverse en todo el día. Los hombres, por su lado, se tumban en su haima a beber té, comer dulces, bromear con los amigos.
El tercer día es el día grande, por fin van a verse las caras en público. Antes tendrán que seguir un ritual lleno de simbolismos y deseos de prosperidad por parte de todos los asistentes. Se reparten caramelos, la madre lleva una cesta en la cabeza con regalos, los amigos y familiares cantan y bailan delante de los novios. Se sacrifican los corderos que servirán de comida a los invitados. Todos ponen su grano de arena para que todo salga perfecto: las mujeres trabajan duro en la cocina preparando el Kush-Kush, los hombres trocean el cordero y preparan té. Las emociones se reflejan en sus caras, se hacen fotos con los novios, nadie se quiere quedar sin su recuerdo. Al atardecer algunos hombres rezan sus oraciones. Y llega el momento en el que la novia, por fin, descubre su cara. Es la apoteosis de la celebración. Más té, más canciones, más dulces. Cenamos con ellos, sentados en el suelo, sobre una manta, en una pequeña mesa, con un tenedor y un trozo de pan recién hecho como únicos cubiertos. Un vaso de té nos ayudará a ingerir toda la comida.
Los familiares preparan al novio para ir a ver a la novia
La corte de familiares del novio lo acompañan a la haima de la novia
Todos quieren fotografiarse con los novios
La novia, aun en la haima, nos enseña su rostros maquillado
El cuarto día, ya más tranquilos, comen las dos familias juntas, sin invitados. Hablaran de cómo ha ido la fiesta, de los planes de futuro, de lo poco que ha llovido este año, de los niños que están por venir…..
Inshala todo les vaya bien.
El primer día se pintan con gena los pies y las manos de los contrayentes, con los detalles típicos de los bereberes. Se maquilla a la novia con colores y dibujos y al novio le pintan los ojos con col.
Permanecen separados en dos haimas distantes, sin poderse ver hasta el segundo día, cuando estarán juntos durante algunas horas, pero nunca solos. Después volverán a su tienda bajo la protección de las mujeres, en el caso de la novia, y de los amigos y primos en el caso del novio. La peor parte se la llevan las novias, que tienen que estar sentadas, aguantando el calor, el traje, sin apenas moverse en todo el día. Los hombres, por su lado, se tumban en su haima a beber té, comer dulces, bromear con los amigos.
El tercer día es el día grande, por fin van a verse las caras en público. Antes tendrán que seguir un ritual lleno de simbolismos y deseos de prosperidad por parte de todos los asistentes. Se reparten caramelos, la madre lleva una cesta en la cabeza con regalos, los amigos y familiares cantan y bailan delante de los novios. Se sacrifican los corderos que servirán de comida a los invitados. Todos ponen su grano de arena para que todo salga perfecto: las mujeres trabajan duro en la cocina preparando el Kush-Kush, los hombres trocean el cordero y preparan té. Las emociones se reflejan en sus caras, se hacen fotos con los novios, nadie se quiere quedar sin su recuerdo. Al atardecer algunos hombres rezan sus oraciones. Y llega el momento en el que la novia, por fin, descubre su cara. Es la apoteosis de la celebración. Más té, más canciones, más dulces. Cenamos con ellos, sentados en el suelo, sobre una manta, en una pequeña mesa, con un tenedor y un trozo de pan recién hecho como únicos cubiertos. Un vaso de té nos ayudará a ingerir toda la comida.
Los familiares preparan al novio para ir a ver a la novia
La corte de familiares del novio lo acompañan a la haima de la novia
Todos quieren fotografiarse con los novios
La novia, aun en la haima, nos enseña su rostros maquillado
El cuarto día, ya más tranquilos, comen las dos familias juntas, sin invitados. Hablaran de cómo ha ido la fiesta, de los planes de futuro, de lo poco que ha llovido este año, de los niños que están por venir…..
Inshala todo les vaya bien.
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