Capítulo XXVI. Kilimanjaro
Como somos culo de mal asiento, un día de relax en un mismo sitio ya es suficiente para despertar de nuevo nuestras ansias aventureras, así que temprano como cada día nos levantamos y tras un fugaz desayuno nos preparamos para partir.
El campamento es un hervidero de jóvenes que también se preparan para su marcha en los camiones. Aun y que nos superan en número, nuestro campamento tiene más fácil recogida que el suyo y antes que hayan acabado de desayunar ya estamos con los motores encendidos y listos para partir.
Nos despedimos de Ma quien vuelve a reiterarse en la gratuidad de su fantástico campsite, sin duda paso obligado si algún día volvemos a dejarnos caer por este hemisferio.
Tomamos la carretera en dirección a Arusha y tras cruzar la población ponemos rumbo ya hacia Dar Es Salaam. Serán dos días de camino y con una parada obligatoria para ver la montaña más alta de África, el monte Kilimanjaro.
Poco más de 100 kilómetros nos separan de él y según vamos acercándonos empezamos a comprobar que el día no acompaña.
En lo que se intuye que es la posición de la montaña un grupo de nubes nos tapa su vista. Según hemos leído es bastante común que se encuentre rodeado de nubes y la típica foto de la sabana con el Kilimanjaro de fondo suele ser la excepción, a parte que está tomada desde su parte norte en Kenia, y nosotros pasaremos junto a él por su vertiente sur.
Llegados a una intersección que tenemos marcada en nuestro libro de ruta, decidimos desviarnos en dirección norte y aproximarnos el máximo posible a la montaña.
La carretera rápidamente se convierte en pista y tras unos kilómetros llegamos a Machame Gate, una de las muchas puertas de acceso al parque natural del Kilimanjaro.
El lugar es una especie de pequeño campamento base donde casi un centenar de escaladores de todas las partes del mundo se preparan para la ascensión. Como en todas partes, el número de buscavidas es proporcional al número de extranjeros y aquí te ofrecen desde porteadores para la ascensión hasta merchandising de todo tipo sobre la montaña.
Nos abren la valla y entramos con los coches hasta la zona de información. Nos comentan que los vehículos no pueden pasar de este punto y lo mismo en cualquiera de las otras puertas de acceso al parque, únicamente caminando.
Como la escalada no entra en nuestros planes, simplemente bajamos de los coches, echamos unas fotos y damos una vuelta por la zona.
Como en todos los sitios, nuestros coches llaman la atención y una chica se nos acerca hablando un perfecto castellano. Está a punto de iniciar una escalada benéfica con la intención de recaudar fondos para un orfanato local y es de Sant Cugat del Valles!!, pueblo vecino a nuestra localidad de origen, Cerdanyola del Valles. Realmente el mundo es un pañuelo!
Todos hacen cola frente a la oficina donde deben acreditarse para la ascensión y pagar las tasas que fija el estado, curioso es el hecho de que se pueda pagar con tarjeta de crédito sin ningún problema…
Tras un rato caminando y conversando decidimos retomar de nuevo nuestro camino. El paisaje en las proximidades de Machame Gate ha cambiado radicalmente y es que al haber ganado altura la zona se ha convertido en un precioso bosque tropical.
Colocamos a los niños en su sitio, algo de picar para matar el gusanillo, película en el DVD y en marcha ya que lo que queda de mañana será de carretera sin demasiado programado que ver a parte de lo que la misma carretera en un país como Tanzania nos puede ofrecer, que no es poco!
Son casi las tres de la tarde y no hemos parado prácticamente nada desde que salimos de las puertas del Kilimanjaro. Hemos recorrido un buen trozo del camino hasta Dar Es Salaam y estamos algo cansados. Paramos para hablar sobre qué hacer y tras ver que aún tenemos días por delante decidimos no darnos una paliza completa de dos días de carretera y hacer un pequeño desvía para ver una zona que según el mapa parece interesante y buscar sitio donde dormir.
El lugar en cuestión se llama Irente y tomando una carretera secundaria de montaña ponemos rumbo a él.
Es una bonita zona entre montañas donde el paisaje vuelve a cambiar poco a poco y según ganamos altura.
En la parte más alta de la montaña hay un bonito mirador desde el que tenemos unas hermosas vistas de la zona. También hay un hotel que está completamente cerrado pero que al parecer no tienen problemas en abrirlo para nosotros, ver para creer.
Tras hablar sobre el precio vemos que no se ajusta a lo que buscamos además de no ofrecer prácticamente ninguno de los servicios que debería dar un hotel, claro! lo abren para nosotros y no tendríamos ni siquiera restaurante.
Hablando con las gentes nos informan de un campsite aquí mismo regentado por un Sudafricano, así que tras dar un paseo por el lugar nos subimos a los coches para ir a su encuentro.
Llegamos al lugar y nos recibe el propietario, un sudafricano que ha vivido por todo el mundo y que ahora está afincado aquí donde ha construido una granja y elabora quesos y mermeladas totalmente naturales y artesanales.
Habla algunas palabras en castellano y tras las presentaciones nos enseña la zona de acampada, la cual nos parece perfecta y decidimos pasar la noche aquí.
La noche se nos está echando encima y tras comprarle un par de quesos abrimos las tiendas y preparamos todo para cenar en una preciosa cabaña al aire libre donde el suelo está totalmente cubierto de serraduras de madera.
Una buena cena y lo mejor, una buena charla tranquila a la luz de las estrellas.
Los pequeños ya están en la tienda durmiendo y Jose y Toñi están cansados y empiezan a subir también a la suya.
Ainhoa y yo nos quedamos descargando fotos y viendo algunas de las muchas que hemos hecho durante todo el viaje hasta que nos entra el sueño y subimos también a la tienda.
Debido a la altura la temperatura ha bajado un poco hasta el punto de necesitar una chaqueta a estar horas de la noche, pero sigue siendo suficientemente agradable para dormir plácidamente, y más aún después de la paliza de coche que nos hemos dado.
Mañana nos queda otra dura jornada de coche pero esperamos llegar a Dar Es Salaam.
Como somos culo de mal asiento, un día de relax en un mismo sitio ya es suficiente para despertar de nuevo nuestras ansias aventureras, así que temprano como cada día nos levantamos y tras un fugaz desayuno nos preparamos para partir.
El campamento es un hervidero de jóvenes que también se preparan para su marcha en los camiones. Aun y que nos superan en número, nuestro campamento tiene más fácil recogida que el suyo y antes que hayan acabado de desayunar ya estamos con los motores encendidos y listos para partir.
Nos despedimos de Ma quien vuelve a reiterarse en la gratuidad de su fantástico campsite, sin duda paso obligado si algún día volvemos a dejarnos caer por este hemisferio.
Tomamos la carretera en dirección a Arusha y tras cruzar la población ponemos rumbo ya hacia Dar Es Salaam. Serán dos días de camino y con una parada obligatoria para ver la montaña más alta de África, el monte Kilimanjaro.
Poco más de 100 kilómetros nos separan de él y según vamos acercándonos empezamos a comprobar que el día no acompaña.
En lo que se intuye que es la posición de la montaña un grupo de nubes nos tapa su vista. Según hemos leído es bastante común que se encuentre rodeado de nubes y la típica foto de la sabana con el Kilimanjaro de fondo suele ser la excepción, a parte que está tomada desde su parte norte en Kenia, y nosotros pasaremos junto a él por su vertiente sur.
Llegados a una intersección que tenemos marcada en nuestro libro de ruta, decidimos desviarnos en dirección norte y aproximarnos el máximo posible a la montaña.
La carretera rápidamente se convierte en pista y tras unos kilómetros llegamos a Machame Gate, una de las muchas puertas de acceso al parque natural del Kilimanjaro.
El lugar es una especie de pequeño campamento base donde casi un centenar de escaladores de todas las partes del mundo se preparan para la ascensión. Como en todas partes, el número de buscavidas es proporcional al número de extranjeros y aquí te ofrecen desde porteadores para la ascensión hasta merchandising de todo tipo sobre la montaña.
Nos abren la valla y entramos con los coches hasta la zona de información. Nos comentan que los vehículos no pueden pasar de este punto y lo mismo en cualquiera de las otras puertas de acceso al parque, únicamente caminando.
Como la escalada no entra en nuestros planes, simplemente bajamos de los coches, echamos unas fotos y damos una vuelta por la zona.
Como en todos los sitios, nuestros coches llaman la atención y una chica se nos acerca hablando un perfecto castellano. Está a punto de iniciar una escalada benéfica con la intención de recaudar fondos para un orfanato local y es de Sant Cugat del Valles!!, pueblo vecino a nuestra localidad de origen, Cerdanyola del Valles. Realmente el mundo es un pañuelo!
Todos hacen cola frente a la oficina donde deben acreditarse para la ascensión y pagar las tasas que fija el estado, curioso es el hecho de que se pueda pagar con tarjeta de crédito sin ningún problema…
Tras un rato caminando y conversando decidimos retomar de nuevo nuestro camino. El paisaje en las proximidades de Machame Gate ha cambiado radicalmente y es que al haber ganado altura la zona se ha convertido en un precioso bosque tropical.
Colocamos a los niños en su sitio, algo de picar para matar el gusanillo, película en el DVD y en marcha ya que lo que queda de mañana será de carretera sin demasiado programado que ver a parte de lo que la misma carretera en un país como Tanzania nos puede ofrecer, que no es poco!
Son casi las tres de la tarde y no hemos parado prácticamente nada desde que salimos de las puertas del Kilimanjaro. Hemos recorrido un buen trozo del camino hasta Dar Es Salaam y estamos algo cansados. Paramos para hablar sobre qué hacer y tras ver que aún tenemos días por delante decidimos no darnos una paliza completa de dos días de carretera y hacer un pequeño desvía para ver una zona que según el mapa parece interesante y buscar sitio donde dormir.
El lugar en cuestión se llama Irente y tomando una carretera secundaria de montaña ponemos rumbo a él.
Es una bonita zona entre montañas donde el paisaje vuelve a cambiar poco a poco y según ganamos altura.
En la parte más alta de la montaña hay un bonito mirador desde el que tenemos unas hermosas vistas de la zona. También hay un hotel que está completamente cerrado pero que al parecer no tienen problemas en abrirlo para nosotros, ver para creer.
Tras hablar sobre el precio vemos que no se ajusta a lo que buscamos además de no ofrecer prácticamente ninguno de los servicios que debería dar un hotel, claro! lo abren para nosotros y no tendríamos ni siquiera restaurante.
Hablando con las gentes nos informan de un campsite aquí mismo regentado por un Sudafricano, así que tras dar un paseo por el lugar nos subimos a los coches para ir a su encuentro.
Llegamos al lugar y nos recibe el propietario, un sudafricano que ha vivido por todo el mundo y que ahora está afincado aquí donde ha construido una granja y elabora quesos y mermeladas totalmente naturales y artesanales.
Habla algunas palabras en castellano y tras las presentaciones nos enseña la zona de acampada, la cual nos parece perfecta y decidimos pasar la noche aquí.
La noche se nos está echando encima y tras comprarle un par de quesos abrimos las tiendas y preparamos todo para cenar en una preciosa cabaña al aire libre donde el suelo está totalmente cubierto de serraduras de madera.
Una buena cena y lo mejor, una buena charla tranquila a la luz de las estrellas.
Los pequeños ya están en la tienda durmiendo y Jose y Toñi están cansados y empiezan a subir también a la suya.
Ainhoa y yo nos quedamos descargando fotos y viendo algunas de las muchas que hemos hecho durante todo el viaje hasta que nos entra el sueño y subimos también a la tienda.
Debido a la altura la temperatura ha bajado un poco hasta el punto de necesitar una chaqueta a estar horas de la noche, pero sigue siendo suficientemente agradable para dormir plácidamente, y más aún después de la paliza de coche que nos hemos dado.
Mañana nos queda otra dura jornada de coche pero esperamos llegar a Dar Es Salaam.
Comentario